En cualquier conflicto bélico o desastre natural, siempre existe un impacto negativo para la economía donde tiene lugar. Centrándonos en Japón, a pocas horas del desastre, algunos cálculos apuntan a que el crecimiento del país podría reducirse en 2%, frente al 3,3% que había calculado el Banco Central. La Bolsa de Tokio tuvo un descenso y la moneda también se vio afectada.
Además, la reconstrucción del país (carreteras, fábricas, tendidos eléctricos, transporte), supondrá un gran desembolso económico, lo que afectará en gran medida a las arcas públicas. Si bien, hay que tener en cuenta, que este hecho ocurre justo cuando el país estaba enfrentando una lucha contra el endeudamiento del estado y la deflación.
Otra consecuencia, será la disminución de las variables macroeconómicas: consumo, demanda, exportaciones y, consecuentemente, PIB. Sin olvidar el efecto arrastre que tiene sobre otras economías, como la europea (caída de acciones, valores, títulos).
Qué paradoja: cómo la tercera economía del mundo, a raíz de una catástrofe natural, en pocos segundos, puede quedar completamente destruida. Ha tenido que ocurrir esta desgracia para que los políticos se dieran cuenta de la importancia del medioambiente y, consecuentemente, del cambio climático. Habría que preguntarse, este tsunami, ¿ha sido consecuencia del cambio climático?
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